18.6.02

Poesías del nuevo siglo 101. a Bruno y Leticia Schraermeyer

Dos cosas importantes.

Dos cosas importantes
guían hoy mi olografía.
Ciento uno y cientos más
hoy les dedico
a mis dos nuevos amigos.
Que de nuevos nada,
viejos desde una primer alborada.
Ciento uno en la porteña,
colectivo en la barriada.
Ella, canela india apasionada,
El, germano enamorado
de una selva entrerriana.
Dos caminos juntos
una sola encrucijada,
dos destinos esa mañana.
Se juntaron de la mano
prometiendo una danzada.
Largas pistas bajo bailes
del ocaso a la mañana.
Una noche con orquesta,
valsecito y zapateada.
Trás burbujas en velada
un anillo, una promesa
para siempre recordada.
Compromiso eterno
de ave fénix enamorada.
Hoy se tienen con apoyo
sobre un mango solidario
contra vientos y mareas
juntos siguen en remate
hasta la última jornada.
F.C.S.
Dallas Junio 11, 02
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HÉCTOR JOSÉ CORREDOR CUERVO

INDOLENCIA


¡Oh! que horror ver a un presidente
pronunciando discursos amañados
mientras la sangre corre en torrentes
de colombianos vilmente asesinados.

¡Oh! que horror ver a dirigentes
en poltronas muy cómodos sentados
mientras mueren los pobres indigentes
cerca de donde de están representados.

¡Oh! que horror oír hablar de la paz,
a gente armada en medio de agresiones,
en un leguaje soez, altanero y falaz
mientras destruyen bellas poblaciones.

¡Oh! que horror escuchar a compatriotas
haciendo cargos por falta de acción
de los valientes que mueren cual ilotas
junto a su bandera en medio de corrupción.

¡Oh! que horror ver a un dependiente
que deambula por estar desocupado
sin esperanza en un mejor presente
lejos de casa por ser un desplazado.

¡Oh! que horror mirar a empresarios,
hablar de paz sin hacer real inversión,
sin interés por empleados y operarios
que mueren por la terrible inanición.


ANGEL PADILLA

EL SORTILEGIO DEL AIRE

Al resquebrajarse, con el abracadabra verde, la transparencia,
caemos al fosforescente bostezo infinito;
zigzagueantes cabalgamos la grupa ardiente
que emerge trompeteante del réquiem anquilosado.
La vampira de luz rastrea nuestra estela de amor,
las chispeantes migas rosáceas que arrojamos
al desprendernos del vagón del crepúsculo sangrante.
(Para la muerte, el cuerpo del niño es cofre de carne
y el tesoro, su prístina calavera. Para la vida,
el retumbante tambor rojo del hombre lo ancla
en el perfumado litoral de la transfiguración zombie,
lejos del invisible perro invertido que activa
la espiral succionadora de los espacios siderales.

Empero, siempre fluye sabia inmaculada en la crisálida
y podemos exorcizar, con el conjuro de su vibración gozosa,
el nocturno serrucho que chirriante tala el árbol de hierro
que eleva nuestro cuerpo luminoso hacia catapultas de nubes
fecundadas lunarmente con embriones de rayos estivales.


ANGELPADILLA@ANIMALISTAS.ORG