18.6.02

ANGEL PADILLA

EL SORTILEGIO DEL AIRE

Al resquebrajarse, con el abracadabra verde, la transparencia,
caemos al fosforescente bostezo infinito;
zigzagueantes cabalgamos la grupa ardiente
que emerge trompeteante del réquiem anquilosado.
La vampira de luz rastrea nuestra estela de amor,
las chispeantes migas rosáceas que arrojamos
al desprendernos del vagón del crepúsculo sangrante.
(Para la muerte, el cuerpo del niño es cofre de carne
y el tesoro, su prístina calavera. Para la vida,
el retumbante tambor rojo del hombre lo ancla
en el perfumado litoral de la transfiguración zombie,
lejos del invisible perro invertido que activa
la espiral succionadora de los espacios siderales.

Empero, siempre fluye sabia inmaculada en la crisálida
y podemos exorcizar, con el conjuro de su vibración gozosa,
el nocturno serrucho que chirriante tala el árbol de hierro
que eleva nuestro cuerpo luminoso hacia catapultas de nubes
fecundadas lunarmente con embriones de rayos estivales.


ANGELPADILLA@ANIMALISTAS.ORG

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